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PATRIA

LA PATRIA AIREADA

 

De algunas cosas sólo nos podemos dar cuenta después. Eso, que parece una limitación de nuestra forma de conocer, es una  manera de decir que primero hacemos, vivimos algunas cosas, y luego nos ponemos a pensar en ellas. Los libros, los discursos, los manuales escolares afirman un montón de cosas sobre cómo debe ser la patria, o en todo caso eso es lo que nos quieren hacer creer. Pero antes de esos discursos y lecturas hemos vivido algunas experiencias, digamos, patrióticas. La más representativa es la del desfile escolar. Los y las jóvenes con el cuerpo más rígido que nunca y bajo órdenes dadas a gritos; si van acompañadas de una frase humillante, mejor. La patria airada. Y tómese en cuenta que ésta no es la descripción de la vida en un cuartel. Es el modelo de disciplina cívica que se enseña en los colegios. El orden que sólo es concebible cuando los grupos están claramente separados, cual batallones. Lo más opuesto a la calle. El patriotismo, pues.

 

Después de lavar las prendas hay que colgarlas para que se sequen y se aireen. Rara vez la bandera está a la altura de nuestra cara. O la miramos  hacia arriba, en un asta, o hacia abajo mientras la lavamos.  El rostro, sin embargo, es el lugar donde llevamos la identidad. La fotografía adherida en nuestros documentos personales y oficiales así lo acredita. Es en la cara donde sentimos estas banderas propuestas por Laperrera mientras nos abrimos paso entre los tendales. Banderas que se airean sin colores airados, esperando nuestras palabras. Una patria que ya no es de los gritos que producen silencio. Banderas que nos invitan a conversar.

 

Guillermo Nugent / julio del 2001

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PATRIA


 

La PATRIA es el suelo en el que hemos nacido; en el que nuestros padres nacieron o establecieron su hogar. La Patria es, también, nuestra gente y nuestro pueblo, su carácter y su modo peculiar de ser.

 

LA PATRIA es, asimismo, el retazo de tierra que guarda los restos de nuestros mayores; el templo donde veneramos a nuestros santos y rendimos culto a Dios; es el mausoleo en el que reposan los huesos de nuestros héroes, mártires y hombres ilustres que con sus actos le dan lustre y prestancia.

 

LA PATRIA es nuestra Historia con sus épicas tragedias y sus triunfos gloriosos y el patrimonio cultural heredado del pasado.

 

LA PATRIA es, también, el conjunto de instituciones tutelares: Fuerzas Armadas y Fuerzas Policiales, creadas para garantizar nuestra independencia y soberanía, para defender la integridad territorial, el orden público interno y la seguridad de los ciudadanos contra los enemigos de la Sociedad y las Leyes.

 

DEBEMOS amar, respetar y engrandecer nuestra Patria, mediante el trabajo constante y responsable que nos toca realizar, participando en la vida política y económica de la Nación, cumpliendo fielmente las leyes de la República y ayudando al sostenimiento del Estado con el pago puntual y honesto de los tributos que nos corresponden de acuerdo a nuestra capacidad.

 

Enciclopedia Escuela Nueva / 5º de primaria

 

 

 


 

DETRÁS DE LA PATRIA

 

WARNING

patriotism is

the best camou

FLAG

e for bigotry

and racism

 

Rogelio López Cuenca.

Warning Flag, 1992.

 

1.

Detrás de la patria se encuentra la justificación para el ejercicio de la guerra. Y aunque no todos están dispuestos a llevar su patriotismo hasta las últimas consecuencias, lo cierto es que tarde o temprano la patria convoca a una forma de intolerancia por lo demás honorable y apasionante.

 

La patria es una ideología política que justifica al Estado nación desde el siglo XVIII en el mundo y, teóricamente, hace ciento ochenta años en el Perú. El valor de la patria trasciende a los individuos puesto que su validez radica en el pasado, en la herencia de los ancestros; su grandeza, en el discurso de las instituciones tutelares que le dan prestancia; esto es, en el militarismo que los maestros de escuela y los padres de familia celebran cada ventiocho de julio cuando los chicos marchan con sus fusiles de palo en el campo y la ciudad.

 

La patria se ha hecho carne entre quienes la viven con la religiosidad que evoca todo dogmatismo político. Ella es la mejor coartada para el negocio de la guerra, la inspiración de una formulación racional para la intolerancia. No hay nacionalismo bueno ni nacionalismo malo: sólo existe el nacionalismo y éste, por definición, establece un nosotros que se constituye en negación a los considerados foráneos. La patria es un sentimiento, un ideal que unifica a quienes comulgan con ella y que descalifica a quienes no conciben al vecino como enemigo. Por eso el antimilitarista siempre es considerado un ingenuo y su ingenuidad siembra a favor de todo enemigo. El apátrida, el que no tiene bandera, nunca es aceptado; su falta de compromiso es, sencillamente, sospechosa.

 

2.

Es difícil escapar de la obediencia que exige el Estado pero sucede: los chicos peruanos que lanzan piedras contra los deportistas chilenos al mismo tiempo rehuyen al servicio militar. Se trata de un patriotismo que juega muy bien en las tribunas de los estadios de fútbol: es una pasión incomprendida e insatisfecha. Una pasión intensa que guarda íntima relación con las victorias morales, nunca fácticas, de los héroes que defendieron al territorio y la soberanía nacional. Nuestro pabellón bicolor es, en efecto, un paño de lágrimas.

 

El patriotismo es una divertida paradoja en el Perú. Los peruanos nos consideramos perdedores. La grandeza del pasado nos aplasta, la miseria del presente nos produce vergüenza. Ser peruano es una deuda y al mismo tiempo una condena. De allí que los artistas que usan la bandera nacional en sus trabajos le reclamen a la Patria que esté a la altura de nuestros sueños (lo mismo se puede decir de periodistas y críticos de arte). No somos los ganadores que deseamos ser puesto que creemos no tener el espíritu necesario para ser cada día mejores, y la forma para medir ese éxito no es otra que la odiosa comparación con las virtudes de los japoneses, los alemanes o los norteamericanos, entre tantos otros.  Acaso si no viviéramos la peruanidad con esa forma de ansiedad podríamos abandonar esta autoestima de derrota que nos persigue desde el siglo pasado (y todavía antes). 

 

3.

Allí donde la bandera nacional reclama para sí la exclusividad excluyente de los patriotas, cabe la disolución de las patrias en favor de comunidades culturales y sociales abiertas al intercambio y la mutua influencia. Comunidades políticas flexibles soportadas en individuos libres que se conciben y se tratan como iguales. Sistemas políticos que no se definan por la homogeneidad y la pureza cultural. Las identidades cotidianas, las costumbres y las creencias de cada pueblo, no son ni deben ser patrimonio de los Estados ni de sus víctimas.

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